martes, 29 de julio de 2014

¿Por qué Noruega?

A vece me pregunto porque la gente quiere o desea viajar. Algunos más, otros menos. Algunos lo niegan y otros lo viven. No quisiera entrar en los detalles particulares, pero si en los generales. A ver, lo vamos a preguntar en crudo. ¿Cuántos son los que no les gustaría viajar? ¡Vamos! Cerca o lejos mi respuesta es: Todos.
Ahora intentando entender el porqué de ese deseo, que habrá en una cabeza cuando dice: ¿Quiero ir a tal lugar? El motivo de ese “ir”. Es extraño porque por momentos pienso en el deseo como la falta de algo, siempre pensé que la falta es la condición del deseo. Yendo un poco más a lo general, podemos interpretar de muchas forma este “porque”, pero más me pregunto el que te llevo a ese “querer ir a ese lugar”, que te llevo a decir “quiero ir a tal lugar”. Desde el vamos que en este singular texto no vamos a dar una respuesta, pero si contar una experiencia, en este caso personal y es justamente esta experiencia la que me dio a una respuesta que yo me hacía y la cual no entendía ni la sabia explicar, la gente siempre me pregunto… ¿Por qué Noruega?.



Cuando me subí a ese bendito tren no sabía a donde iba, creo que había leído un par de veces el nombre de esa ciudad, pero a ser sincero no sabía ubicarla bien en el mapa, suponía que estaba al oeste, digo supongo ya que en esas latitudes el sol se comportaba bastante extraño. Pasaban las horas y algo me hacía estar tranquilo de que iba a encontrar algo que me respondiera, no sabía bien que era lo que iba a encontrar, tampoco lo que en ese momento me hacía estar tranquilo, muchos ahora dirán que clase de locura había en mi cabeza, pero doy fe de que yo estaba muy bien. Miraba un mapa y me imaginaba una geografía, miraba el paisaje y dudaba del mapa, leía carteles y empezaba de cero. Lo mejor es que no había dudas ya que desde el primer minuto de viaje no había destino, solo había algo que yo desde hacía muchos años tenía en mi cabeza y era ir a Noruega. Creo que debe haber sido el inconsciente, o por lo menos se lo atribuí a eso.
Ya hacía varios días que estaba en Noruega y mi respuesta seguía sin aparecer, la tranquilidad estaba, ahí, sin cambios, fiel… Seguían pasando los minutos y seguía dudando del paisaje, ahora era verano, había nieve, había altura aunque no veía grandes montañas, pero había ríos y bosques. Sería como que entendía que todo eso era parte de uno de los mejores trayectos de trenes que existen según me dicen, pero creo que al haber estado avisado el impacto era un poco menos grandioso de lo que realmente es. Quiero aclarar que es grandioso e indescriptible ese trayecto. Pero aun con eso no sentía saber por qué debía ir a Noruega.
Llegue a esa pequeña ciudad llamada Bergen, me sorprendió en algo, era más chica de lo que me imaginaba, pero más pintoresca de lo que creía, y esto me hacía feliz.  Me pareció hermosa, es más, la elegiría dentro de las que viviría. Así y todo seguía sin estar seguro de haber encontrado esa respuesta… En esta parte ocurre uno de esos tantos momentos en los que conoces personas de otros países y decidís compartir esa ciudad, recorridos, comidas y algunas experiencias. Si algo nunca me dificulto es contar lo que tengo en mi cabeza. Así fue como le conté de esta pregunta a mi amigo chileno con el que iba de aquí para allá, hay una anécdota muy interesante sobre el hostal que les contare en otro post.  Hablando de esto él se sorprendía que alguien vaya por ahí buscando una respuesta en un mundo que no conoce, pero él creía que estaba cerca de mi respuesta.
Entre tantas charlas sobre el tema es así como me escucha una persona de Costa Rica, la cual se disculpa por haber escuchado lo que decía pero el justifico su accionar con que escucha tan poco español que cuando está cerca le es imposible no atender. Disculpas aceptadas obviamente, y me dice si tenía ganas de subirme a un barco, lo pensé por un momento, el amigo chileno no podía asique estaba por desistir, pero pensé que capaz sería una de esas aventuras no planeadas donde encontraría la respuesta, y así fue como acepte. Fue y volvió al rato diciéndome que mañana a la mañana venga al mercado y lo busque. Así fue como dormí ya con la certeza de que sabría el porqué de ese extraño deseo de ir a noruega.
Ya en la mañana me dirigí al Marken Fish, lo busque y fuimos a un barco con algunas personas arriba, turistas de una primera impresión,  y me dice subí ya hable con tal (no sé quién), te hacen un descuento bastante importante, yo hasta ahí creí que iría conmigo, lo que ahora saben que no fue así. Ya desde arriba del barco le pregunte a el que estaba en el muelle si sabía a donde iba el barco, lo único que me dijo es… A  Flam!
No sabía dónde era, ni en qué país, ni en qué dirección, ni que había, ni nada. Empiezo a sacar fotos como para no perder el tiempo, pero lo que más intentaba era identificar idiomas, o mejor dicho intentaba identificar español o inglés, para así poder preguntar algo de este lugar llamado Flam.
El recorrido era por los fiordos noruegos, una de las maravillas más lindas que conozco, si pienso en libertad pienso en los fiordos, no sé porque y ni me importa, pero me encantan. En eso veo a una persona con una campera del club de fútbol Barcelona, no lo dude y le pregunte si hablaba español o inglés. Gracias a dios español. Bueno le pregunte sobre el barco bien a donde iba, por donde, cuanto tardaba, etc. Obviamente el me pregunto primero como es que me subí ahí sin saber nada de eso, asique le hice un resumen hasta el momento que subí al barco, esa historia se llevó un almuerzo de premio. En fin me contó sobre el gran fiordo por el que pasaba el barco y las paradas que hacia hasta terminar el recorrido en Flam, pero que aquí comenzaba el verdadero recorrido: el tren de Flam-Myrdal. Es raro después de tanta modernidad y trenes de alta velocidad por varios países, subirte a uno algo modesto.
Ya con el tren en movimiento se aprecia lo que dicen de este trayecto en tren, con una pendiente que ocupa gran parte del recorrido, cascadas, montañas, arboles, túneles. Fue algo que me dejo alguna lagrima ya que viví un permanente “no sé cuándo lo volveré a ver”. Recuerdo cada vez que el tren frenaba y yo me decía a mí mismo por qué  todo el mundo baja, y yo los seguía, no vaya a ser que el tren siguiera y yo solo arriba. Al bajar siempre la misma reacción, no sabía si ver con mis propios ojos y disfrutar paisajes únicos y de cuentos, o sacar fotografías y retratar cada instante, obviamente hacia las dos.  Realice un trayecto de algo así como una hora, y la verdad es un recuerdo que lo guardare la vida entera, puedo estar horas describiendo los ríos y cascadas que cruzábamos, las pendientes, los colores y los ruidos. Cuando termine ese recorrido me quede pensando un largo rato y quería creer que era esto lo que tenía que ver, yo estaba feliz y emocionado por este viaje en barco y tren y no quería que nada le sacase el lugar, no podía realmente describir en ese momento que es lo que más me impacto, por momentos creo que uno no tiene la creatividad para imaginar eso, realmente hay que vivirlo, todos podemos tener una apreciación distinta de esto, es más si lo vuelvo a hacer yo mismo me volvería a impactar por las mismas o por distintas cosas que vivís en ese pequeño pero realmente valeroso viaje en el modesto tren, en el eterno trayecto de casi una hora.
Como dije anteriormente, lo que más tenía en mi cabeza era el creer que mi respuesta que tanto buscaba se llamaba Flam, vivía los videos y fotografías una y otra vez para poder confirmar eso, lo que más apoyaba mi decisión era mi felicidad por haber podido realizar esta experiencia; pero algo no estaba del todo bien, y sí, tengo que decir que ese no era el lugar donde estaba mi respuesta, lo creyera o no, ahí no estaba. Por un lado tenía felicidad y por otro lado cierta frustración ya que no podía sentir que tenía la respuesta. Con mi mezcla de sensaciones torturándome, me dirigí al mercado para agradecerle a esta persona que me hizo subir al barco. Cuando me ve lo primero que me pregunto fue si encontré algo, le dije que estaba feliz y emocionado por lo que había vivido, pero le dije que no sabía si había encontrado ese maldito porque. Le dije que había encontrado algo, que tenía un pequeño recuerdo de ese lugar, ya que me había traído conmigo una pequeña roca con una forma llamativa, por lo que seguramente recordaría ese lugar siempre. Él se quedó mirando la roca y riéndose me dijo que si iba a estar algunos días más, le dije que esa misma noche volvía a Oslo y que ahí vería a donde más podría ir. Él me dijo lo que tenía que hacer, o más bien yo le dije lo que me tenía que decir, es más tuvo la respuesta en sus manos…

“Volve a Oslo, y anda a Stavanger, tomate otro barco y anda a Preikestolen, ahí vas a encontrar una roca que creo que te va a gustar”. Le hice caso y esto me llevo a escribir una pequeña memoria en forma de relato llamada “El camino hacia The Pulpit Rock”. Ese es el por qué debía ir Noruega. 



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